La Galicia única, en verano.
El verano es la época ideal para efectuar tranquilamente y sin interrupciones una ruta que abarque estos diez “sitios distintos”, a los que se podrían sumar muchos otros.
Dos visitantes de las Illas Cíes contemplan la isla sur desde el mirador del faro. R. Grobas
Marcos Martín Reboredo 04/08/2019
“Galicia es única” puede parecer un mensaje vacío y hasta simple. Un mensaje que repiten continuamente los gallegos, más aún los morriñentos, desperdigados por dondequiera que estén. Lo hacen de forma estándar y clónica, incluso cíclica, cada vez que se quedan sin argumentos y tienen que poner en valor su tierra. Como si hiciera falta. Porque, en realidad, lo único necesario para comprobarlo es visitarla, o revisitarla. En verano mejor que en invierno, aunque a estas alturas, y con este tiempo, cueste diferenciarlos. Galicia es única y no solo porque lo digan sus paisanos, que también. Es, sobre todo, su naturaleza la que le otorga esa condición.
Galicia es agua y es tierra. O una fusión de ambos elementos. Es agua si hablamos de la cascada del Ézaro, la única que desemboca en el mar de toda Europa. Aunque la efervescencia de la fusión del río y el océano sea más propia del fuego. La playa de las Catedrales continúa siendo agua, o más que eso: un templo esculpido por el mar que descubrió la arquitectura gótica antes de que se inventase.
Es tierra si hablamos de las dunas de Corrubedo, que bien podrían pertenecer al desierto del Sahara o del Gobi, pero están en Galicia. También lo es la sierra de A Capelada, cuyos acantilados no tienen nada que envidiar a los de los fiordos noruegos. Bueno, solo unos doscientos metros de altura.
Es ambas cosas si hablamos de las islas Cíes, por tener la playa de Rodas, uno de los mejores arenales del mundo, y el agua tan cristalina –aunque más fría– que en el mar Caribe.
Galicia es arte e historia, porque una, a veces, comprende a la otra. Véase la Catedral de Santiago y el Pórtico de la Gloria, los monasterios y el vino de la Ribeira Sacra, y la Torre de Hércules, el faro en funcionamiento más antiguo del mundo. El mismo que veía Pablo Picasso desde su casa. El pintor, que vivió en A Coruña de los 10 a los 15 años, le hizo un dibujo al faro titulado “La torre de caramelo”. Así la llamaba su padre por el color.
Pero Galicia también es leyenda, representada en la Fraga del Eume. El río que la atraviesa, que conserva el mismo nombre, supuestamente enfureció y creo uno de los últimos bosques atlánticos que se pueden ver en el viejo continente.
Galicia es, en definitiva, un lugar que se descubre poco a poco y estos son solo diez lugares únicos. Desde luego, harán falta algunos más para descubrirla por completo.