El desierto demográfico de Galicia amenaza ya a la mitad del territorio
Un total de 575 parroquias tienen 10 o menos habitantes. Apenas el 5,6% de la población reside en ese espacio. Los expertos apuestan por abaratar la vivienda y acabar con el empleo precario para fomentar la natalidad.
El desierto demográfico de Galicia es un fenómeno que avanza sin frenos. Como una mancha amenazante que se va deslizando por el territorio, la despoblación total va camino de afectar a la mitad del territorio sin que nada -ni nadie- sepa cómo detenerla, al menos de forma efectiva y a corto plazo. La sangría de habitantes afecta a todos los niveles, pero se muestra en toda su crudeza cuanto más se acerca el foco del análisis. No hay más que poner la lupa sobre cada una de las 3.771 parroquias; la entidad de población más reducida y a la vez una de las más características de la Comunidad. Así, se constata que una cuarta parte de Galicia es un paisaje humano que se parece más bien a un páramo. Una realidad “vaciada” que suma 575 parroquias y en la que apenas viven 10 o menos vecinos por kilómetro cuadrado, si se toma el indicador que utilizan los geógrafos para hablar de “desierto”. Solo el 1,5% de los gallegos viven -o sobreviven- allí.
Pero el problema no se detiene. Los datos inéditos obtenidos por FARO a partir de las bases de datos proporcionadas por el Instituto Galego de Estatística (IGE) reflejan que hay otras 1.401 parroquias en las que la densidad de población es menor o igual a 20. En conjunto, supone el 47,6% de los kilómetros cuadrados que ocupa Galicia en el mapa. Y si la tendencia no se invierte -un giro improbable, según los expertos-, muchas de ellas son candidatas a ser calificadas también como un desierto.
En la mitad de Galicia solo vive el 5,6% de la población, mientras que en las ciudades se concentra el 36%
Años de éxodo hacia las ciudades, el ayuno de oportunidades económicas y las tasas de fecundidad menguantes han ido moldeando una superficie cuyas cifras hablan por sí solas. En esa mitad de Galicia, solo vive el 5,6% de la población; víctimas colaterales de una dispersión que dispara el precio de los servicios públicos y ahonda en consecuencias sociales, como la soledad de los moradores del rural, que han desempolvado la indignación social al calor de las protestas de la España “vacía”, como el título del libro de Sergio del Molino. Este mismo martes, el INE daba a conocer que uno de cada cuatro gallegos vivía solo.
Cierto es que Galicia integra desde hace décadas el club de las autonomías donde la ecuación del envejecimiento más la falta de nacimientos es más preocupante: en la vecina Asturias, sin ir más lejos, la desertización demográfica afecta a la mitad del Principado. Pero los números reflejan que éste es sobre todo un fenómeno de los pequeños núcleos. Si 152.500 gallegos viven en la mitad de la Galicia “vaciada”, 988.028 (el 36% del total) se concentran en las siete principales ciudades, cuyo impacto en términos de superficie es más bien pírrico. Únicamente concentran el 3,3% de la autonomía.
La sangría demográfica se acentúa con el menor dato de nacimientos de la historia
Los alumbramientos fueron 18.413 el pasado año, 13.522 menos que las defunciones
Ésa es una división, pero hay más. Sigue muy presente la frontera invisible que separa a la vigorosa franja atlántica de un interior cada vez más replegado. Como muestra, entre las diez parroquias con peor densidad de población, ninguna supera el umbral de 1 solo habitante. Soutomerille, Rebordondo, Riomao, Riodolas, Soutadoiro, A Alberguería… Todas pertenecen a las provincias de Lugo y Ourense. En el espectro contrario, en cambio, ocurre que entre las diez parroquias con mayor concentración de habitantes solo una pertenece a Ourense; San Domingos de Ribadavia. Comparte posiciones en lo alto de la tabla con Santa Icía de Xubía, la entidad, situada en Narón, con mayor densidad: 25.711 por cada uno de sus 6,3 kilómetros cuadrados.
"Los de la ciudad son los ciudadanos; los del rural siempre hemos sido como súbditos", apunta Alberto Saco, de la UVigo
Tal desequilibrio dentro una misma comunidad no hace más que acentuar las diferencias a la hora de acceder a los servicios públicos o de disponer de infraestructuras de calidad, como si se estableciera una separación entre habitantes de primera y de segunda. “Los de la ciudad son los ciudadanos; los del rural somos un poco súbditos, eso ha sido siempre así”, ironiza Alberto Saco, profesor de Estructura Social de la Universidad de Vigo. En su opinión, se acabó aquello de la Galicia vista como una Arcadia rural. “Hace tiempo que pasamos del 75% de habitantes en núcleos urbanos”. Ahora, dice, a los vecinos “de las ciudades les interesa tener en el rural un esparcimiento, como reservas del paisaje y del patrimonio”. No tanto para ser habitado.
La pregunta es cómo darle la vuelta a los datos. Cómo revertir una pirámide demográfica que en Galicia se parece cada vez más a un triángulo invertido. Hay que preguntarse qué hacer y de momento por parte de los poderes públicos no hay grandes respuestas. Rafael Vallejo, catedrático de Historia Económica de la UVigo, centra el foco en la “renta disponible” de los más jóvenes. Más allá del factor cultural y de un cierto hedonismo que en ocasiones se imputa a la generación millennial, “el acceso y los precios de la vivienda” o la falta de empleo estable siguen siendo los principales palos en las ruedas de la natalidad. “Si no se dan todos los elementos de esa ecuación, no hay nada que hacer. Es literalmente imposible”, sentencia.
1 - El "desierto" demográfico de Galicia alcanza a un cuarto del territorio, donde viven solo el 1,5% de los gallegos
2 - En la mitad de Galicia, hay apenas una veintena de vecinos por kilómetro cuadrado
3 - Entre las diez parroquias con peor densidad de población, ninguna supera el umbral de un solo habitante. Todas pertenecen a Lugo y Ourense.
4 - La parroquia con mayor concentración de habitantes es Santa Icía de Xubía, en Narón. Allí sus 25.711 habitantes se reparten en cada uno de sus 6,3 kilómetros cuadrados
Dos mayores sentados en un banco en Calvos de Randín (Ourense) | Brais Lorenzo
Otro de los problemas tiene que ver con las condiciones de vida. Disponer de todos los servicios de una gran ciudad en el rural no siempre es posible, pero siempre es más caro. En especial los públicos. Por ejemplo, el gasto en transporte escolar en Galicia supera los 160 millones de euros, mientras en Madrid se emplean 24 millones. “Esto en Leganés o en todo el cinturón de Madrid, es ciencia ficción. Allí los niños tienen garantizadas plazas escolares públicas a la puerta de casa”, sostiene Manuel Blanco, economista, politólogo y autor del libro “Una sociedad sin hijos”. La misma reflexión podría aplicarse al gasto sanitario o educativo.
Sin embargo, para Blanco el gran problema del vaciamiento del rural no es tanto el envejecimiento como la baja tasa de fecundidad. “El fenómeno de que la gente joven, menores de 40, se vaya de las áreas rurales se da en todo el mundo, y especialmente en el mundo occidental. No es un fenómeno español ni gallego”. Un motivo por el que pide trazar una hoja de ruta a largo plazo para mejorar las condiciones de vida, y en consecuencia, favorecer los nacimientos. “Si se toman medidas más innovadoras y que podamos financiar durante al menos treinta o cuarenta años, es posible. Pero hay que hacerlo ya y que den sus frutos como quien planta un carballo”. Una idea -apunta- sería “deslocalizar” órganos administrativos y regenerar a su alrededor la vida económica y social en zonas deprimidas. “El Estado tiene que hacerlo. Lo que no tiene sentido es que haya gente que se esté dando golpes en el pecho por la España vaciada y que el Comisionado para el Reto Demográfico esté en el Paseo de la Castellana”, zanja.