EL COMPLEJO DE AS LAGOAS-MARCOSENDE CUMPLE 40 AÑOS
El campus de Vigo cumple 40 años | La montaña del saber que crece sobre la naturaleza
El campus vigués se ha convertido en una referencia académica y de la arquitectura contemporánea con edificios reconocidos a nivel internacional
sandra penelas 14.05.2017 | 12:30
Las joyas arquitectónicas del campus. // A. Villar, J. Lores
La montaña de As Lagoas-Marcosende inició su transformación en ciudad del conocimiento cuando 600 alumnos iniciaron allí sus clases un 24 de octubre de 1977. La Caja de Ahorros Municipal financió con más de 500 millones de pesetas la construcción del antiguo Colegio Universitario de Vigo, hoy Facultad de Filología y Traducción y cuyas siglas, CUVI, aunque carentes de toda oficialidad, siguen dando nombre al campus en el vocabulario diario de estudiantes, profesores y demás ciudadanos.
La colonización académica del que hasta entonces era monte mancomunado arrancaba con un edificio dotado de aulas para tres carreras -Filología, Económicas y Química-, biblioteca, salón de actos y sala de ordenadores con un único equipo, entre otros espacios, y 59 profesores.
Hoy la plantilla de docentes y personal de administración y servicios asciende a 957 trabajadores y la matrícula supera los 12.000 alumnos. Una "Atenas atlántica", como la definió el historiador Antonio Bonet en su discurso como honoris causa, que en estos 40 años ha crecido en lo inmaterial, gracias a su labor docente y de investigación, y también en lo material a través de edificios que constituyen auténticas referencias de la arquitectura moderna.
Algunos de los autores de esos iconos reconocidos internacionalmente hablaron con FARO sobre la potencialidad y las dificultades que supone construir en plena naturaleza. También esbozaron los retos de futuro, a saber, la cohesión de los diferentes edificios y la conexión con la ciudad.
No en vano, aquellos primeros alumnos de finales de los 70, haciendo gala del carácter reivindicativo vigués, ya se manifestaron contra el CUVI exigiendo el transporte gratuito. Una demanda, por cierto, aun incumplida.
Antonio Pernas inició en el CUVI un diálogo con la naturaleza que continuaría después una nutrida nómina de arquitectos gallegos -Alfonso Penela, César Portela, Alberto Noguerol y Pilar Díez, Celestino García Braña y Gabriel Santos Zas, entre otros-, así como autores foráneos de la talla de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue.
A finales de los 90, su estudio EMBT recibió el encargo de unir los edificios inconexos que en las décadas anteriores se habían desperdigado por el campus. Baste decir que el segundo edificio construido fue Industriales (1984), a más de un kilómetro de distancia y separado por lo que todavía era un entorno agreste.
El proyecto de EMBT -que incluía el Aulario, el centro comercial y el Rectorado- junto con la Biblioteca Central de Noguerol y Díaz, acabada unos años antes, en el 97, fueron concebidos con esa intención de crear una ciudad universitaria y cada vez más autónoma al estilo de los campus norteamericanos.
Incluso un premio Pritzker, el brasileño Mendes da Rocha, ideó una solución mediante futuristas y costosas vías elevadas que la Universidad tuvo que aparcar en un cajón obligada por la crisis económica y los recortes.
Otro de los desafíos pendientes del campus en su 40 aniversario es su conexión con la ciudad, a la que regresará en 2018 con una sede institucional en O Berbés. Una distancia que aleja a los vigueses de un campus capaz, sin embargo, de atraer a estudiantes y arquitectos de todo el mundo para disfrutar de sus obras en un entorno único en el que caballos salvajes pastan entre edificios de la mejor factura contemporánea, restos arqueológicos y una destacada diversidad ecológica.